lunes, 10 de septiembre de 2012


"Don Teodoro para los circunspectos
...y Teodorito para los  mamadores de gallo"

"DON TEODORO para los circunspectos y Teodorito para los

mamadores de gallo", como él decía y se mostraba, refleja las dos caras del teatro humano.





Teodoro Alejandro Escalona Suárez nos da cuenta de todo un personaje público. Don Teodoro y Teodorito no son precisamente dos personalidades contrapuestas en un solo carapacho especie de Doctor Jekyll y Mister Hyde, sino el de la tragedia y el de la comedia, el serio y el humorista, el de la oficina y el de la barra, o sea, el circunspecto y el mamador de gallo. Y aquí nos referimos, sobre todo, al rey de las charadas, al as del chiste ocasional e improvisado, al amo de las carnestolendas: a Teodorito, el mamador de gallo, el ilustrísimo e ilustrado animador inclusive de los más fríos y tristes velorios de la comarca y sus alrededores.
 
"Albania Pide Socorro"

Atrajo la atención de Teodorito, el titular del desaparecido vespertino caraqueño El Mundo, sobre un dramático suceso internacional, "Albania Pide Socorro", en la feliz ocasión de su amantísima esposa Justina dar a luz a una hermosa niña. Aun cuando el clamor de la república europea nada tenía que ver con la maternidad de su consorte, sin embargo sí guardó relación con el nombre por él escogido para su recién nacida criatura, por cuanto la llamó Albania Socorro.

"Yo, su padre…"

A quien le preguntara por qué puso por nombre Yoel Alejandro a uno de sus varones, ofrecía una graciosa y razonada respuesta: "Yo, su padre; él, mi hijo; Alejandro, su abuelo".


Sus coloquiales expresiones

En mutuo saludo a su dilecto Rafael Jacinto Díaz: "¡Prosodia!".


Para insinuar el brindis de una cerveza: "Quiero enjugar mis labios en el líquido fulgor del sol brillante que venga de las manos de un amigo".


Ante el contoneo y la vestimenta de un hombre afeminado: "Por las plumas que pinta y las uñas que asoma, ¡hum!, me parece que es paují".

Al recibir un pago oportuno en un momento de aprieto: "¡Llegó Salvador con el arpa!".


Ante la falta de humildad de alguna persona pública: "¡Qué prosopopeya!".

A las damas otoñales galanteaba: "¡Qué bellas muchachonas…" y en baja voz completaba: "…de la época de Gómez!".


En la barra presumía: "¡En mi casa mando yo…" y en baja voz añadía: "…cuando no está mi mujer!".


A un grupo de jóvenes holgazanes animaba: "¡Ésa juventud que se levanta…" y en baja voz completaba: "…a las diez de la mañana!".


De Justina, su inseparable esposa, comentaba: "La que me pega", y luego aclaraba: "Porque me combina".
 
El Bar Victoria


Hasta el abstemio se sentía atraído por aquel ambiente del Bar Victoria, establecimiento propiedad de su hermano Pedro José, donde la placentera tertulia hacía correr las horas. El don de gente de Adrián, Fernando, Pedro, Teodoro, Vidal… –en orden alfabético y etcétera–, es innato en los Escalona, una distinguida familia guatireña. Así, entre la sobriedad y la ebriedad, o a medio andar en su llano decir, Teodorito deleitaba con anécdotas, charadas, chistes, cuentos...


Era poseedor de las mil y una charadas que cobraban fama en aquellas espumosas reuniones.
Entre rondas de cerveza disertaba una y otra charada (adivinanza ésta de una palabra mediante la combinación de sus sílabas). Y ponía a pensar a sus amigos de la barra: "Primera-Segunda: Dos notas de la escala musical. Tercera-Cuarta: Planta medicinal. Conclusión: Nombre propio de varón".

Cuando se rendían les respondía: "Primera-Segunda: Dos notas de la escala musical: DO-MI y Tercera-Cuarta: Planta medicinal: TI-LO. Conclusión: Nombre propio de varón: DOMITILO".


Libado el trago "del estribo" y abandonada la barra, Teodorito dirigía sus pasos zigzagueantes y madrugadores hacia su dulce hogar, sin perder la cordura. A larga distancia el ladrido de su fiel centinela "Buyí" le daba la bienvenida. En el aposento Justina le aguardaba paciente ataviada de una fina dormilona dorada de legítima seda china comprada en la tienda de Antonio Berroterán. Al toque de madera de su trasnochado querubín, la dama le encendía la luz, le abría la puerta, lo ayudaba a mantenerse vertical, lo besaba en la mejilla y, muy quedo, le decía al oído: "Ha llegado mi rocío mañanero".

Visión perfecta

Cuando nuestro personaje ejerció el cargo de secretario del Juzgado del Distrito Zamora de la Circunscripción Judicial del Distrito Federal y Estado Miranda, era juez titular su padrino, don Régulo Rico. Ambos fueron enterados de un caso que dio origen a esta media fabulada historia.

Resulta que una osamenta humana fue hallada por un campesino en un bosque de la jurisdicción zamorense. El hombre dio la noticia al juez, don Régulo Rico, y éste le ordenó al secretario, don Teodoro Escalona, lo pertinente para constituir la comisión al sitio y proceder al levantamiento del cadáver.
De este modo partieron rumbo a la montaña, el juez, el secretario, el médico forense, el testigo-baqueano y dos peones para el mortuorio traslado de regreso una vez cumplidos in situ los requisitos de ley.
El camino era empinado, muy tortuoso, y solamente permitía su acceso a pie. De pronto los arropó una noche húmeda y sin luna. Una lámpara a gas de carburo que portaban fue encendida. Su lucecilla difícilmente apartaba las tinieblas. La oscuridad se iba burlando de la empobrecida lumbre. Hasta ese momento ninguno de los hombres había apurado una copa tan amarga.
Al fin el juez, el secretario, el médico forense, el campesino que dio aviso del suceso –y fungió de lazarillo– y los dos cargadores fúnebres, arribaron a la intrincada cima donde culminó la extenuante caminata. El reloj marcaba cinco minutos para las doce horas de la madrugada. El tenso ambiente se sentía cargado de misterio.
Los hombres observaron el macabro hallazgo: la borrosa figura de un esqueleto colgante de la rama de un frondoso árbol. De improviso un viento helado balanceó aquellos huesos y el silencio fue interrumpido por el aullido de un taimado zorro acechando a su descompuesta presa pendiente del vegetal. La comisión estaba a cincuenta metros del espectro.
El cumplimiento legal también significaba un imborrable atrevimiento en el fuero íntimo de sus protagonistas. Transitar en una noche negra en búsqueda de un cadáver descarnado, vapuleado por la brisa y disputado por las fieras del boscaje, pone a temblar al más valiente titán de la ficción. En este encuentro los hombres vivían la experiencia real de una película de suspenso de Alfred Hitchcock.
La firmeza de don Teodoro parecía agotarse igual que el carburo de la lámpara. Para él ya era suficiente mirar a lo lejos el tétrico espectáculo de la calavera que el viento hacía danzar. Sin embargo el juez le ordenó:


–¡Secretario, tome nota de las evidencias, acompañe al médico forense y acérquese al pie del occiso!


Don Teodoro, ocultando con cautela su terror, tembloroso respondió:


–¡Nooo, padrino, desde aquí se ve clariiito!

Andrés Blanco Delgado  






BICHITOS Por Justo Blanco


Un diálogo entre gusanitos

Luchador infatigable


Luchador infatigable  

Francisco José Mujica Toro 
(24 de abril de 1933  - 10 de diciembre de 1997)


Por Jesús María Sánchez



Escribir sobre la figura de Francisco José Mujica Toro, es transitar los caminos de la lucha infatigable en pro de la cultura, porque él representa los más puros ideales de una provincia que no se ha dejado arrastrar por el facilismo y el nuevorriquismo; ni por las embriagantes luces que nos suministran las grandes ciudades.

Francisco José Mujica se ha entregado con pasión a la realización de una obra perdurable. En forma silenciosa pero tesonera viene confeccionando todo un equipo de voluntades que mañana serán los verdaderos conductores del quehacer cultural, social, político y económico en esta parte de nuestra geografía.
Hombres como Francisco José Mujica labran su propio camino. No necesitan de fuerzas extrañas para alcanzar determinados objetivos. Estas figuras se entregan a la realización de una determinada obra sin pedir nada a cambio. Su misión es trabajar, regar ideas, proyectar ejemplos y abrir mente y corazón para captar todas aquellas voluntades que quieran contribuir a solidificar un compromiso con las actuales y futuras generaciones.
Francisco José Mujica ha estado presente en todos aquellos instantes cuando nuestro pueblo ha buscado con angustia las luces que irradia el saber.
Francisco José Mujica se ha embarcado en empresas muy interesantes. Interesantes para los que sabemos lo que ellas representan. Las empresas de Francisco José Mujica no son rentables, no producen dividendos, no dejan astronómicas ganancias.
Las empresas de hombres como Francisco José Mujica no han entrado en el mercado de la compra-venta. No entran en ese mercado porque las empresas que han nacido al calor de figuras como él están por encima del valor material de las cosas. Son empresas sin precios. Son empresas que pertenecen al mundo de la permanente elevación espiritual de un pueblo que al correr de los años encontrará definitivamente su destino.
Francisco José Mujica es un maestro a tiempo completo. Es faro encendido en un mundo repleto de angustias, de tinieblas, y donde las altas posiciones y el dinero son el signo identificador de la actual sociedad.
Mientras muchos se revuelcan en el fango del dinero, Francisco José Mujica no desmaya en su batallar permanente por lograr con sus ejemplos y sus acciones moldear una generación que sepa hacerle frente a las grandes interrogantes del futuro, a través del Centro de Educación Artística "Andrés Eloy Blanco", el Orfeón "Régulo Rico", la Estudiantina "Teófilo León", el Quinteto "Becuadro" y la Coral Infantil "Pedro Muñoz".
Francisco José Mujica ha despertado todo un universo de inquietudes juveniles.
En esos centros del aprendizaje diario están cifradas las más caras aspiraciones de la comunidad guatireña. Allí está el resultado del trabajo de Francisco José Mujica Toro. Obra que permanecerá prendida en la mente y el corazón de cada uno de los hombres y mujeres que saben valorar lo que nos pertenece y lo que nos proyecta como pueblo culto y pujante.
(Reseñas, 3 de mayo de 1978)

¡Familia!

¡Familia!
El sueño que no lograron


A MI PADRE JUSTO BENITO BLANCO, o Justo Blanco, le animaba cantar y bailar tango. Alrededor de sus veintiún años tuvo el privilegio de ver y oír cantar en persona a Carlos Gardel. Para él no había mejor regalo anticipado de cumpleaños que asistir a una de las tantas funciones en Caracas del mundialmente famoso artista sureño. Lo cierto es que desde su butaca en el Teatro Principal, mi padre vitoreó emocionado a Gardel y a los guitarristas Aguilar, Barbieri y Riverol. El Principal por su acústica, balcón, aforo e inmejorable ubicación en pleno ombligo de nuestra ciudad capital, en la parroquia Catedral, frente a la esquina noroeste de la Plaza Bolívar, era para entonces el más moderno local de espectáculos públicos de Venezuela.


Pioneros en excursionismo, fútbol y domingo no laborable

Justo no sólo con el baile ejercitó sus músculos. Igualmente la recreación y el deporte movieron su espíritu. Pero esta vez de manera colectiva en una organización juvenil.
El excursionismo como recreación y el fútbol como deporte convirtieron a aquel joven en uno de los pilares del Centro Excursionista de Guatire, CEG, en 1937, inspirador del Centro Excursionista Manuel Ángel González, CEMAG, en 1968.


Leamos lo que comenta el pariente Perucho Delgado, o Pedro José Delgado Daló en las páginas 86-87 de su interesante volumen "Guatire de siempre": "1937 (…) Se funda el Centro Excursionista de Guatire por los jóvenes Pedro Delgado (Capitán), Antonio Berroterán, Emilio Manzo, Félix Rojas, Pedro Prieto, Francisco Castillo, Martín Castillo, Justo Blanco, Luis García, Melecio (Melo) García, Fernando Castillo, Edmundo Toro, entre otros (…)".


Los miembros del Centro Excursionista de Guatire, CEG, tenían en su organización dos objetivos: la recreación y el deporte, es decir, el excursionismo y el fútbol; por lo tanto requerían de un día libre semanal para sus entrenamientos y competencias. Como la mayoría trabajaba en casas de comercio, de lunes a domingo, ambos inclusive, sin día de descanso, por unanimidad resolvieron dirigirse a sus empleadores. La solicitud fue correspondida, "(…) siendo los pioneros (en Guatire, además del excursionismo y el fútbol organizados), en la consecución del día domingo no laborable ante los comerciantes (…)", hito importante éste no sólo para la práctica de actividades recreativas y deportivas y el reposo del cuerpo y la mente, sino como precedente por su fundamento reivindicativo (en Derecho) aplicable a otros tipos de jornadas laborales. Aun cuando para la inmutable ley Dios, quien al crear en seis días la tierra y los cielos descansó el séptimo, el día de reposo es el sábado.

Un año antes apenas, en 1936, había sido promulgada la Ley del Trabajo con el ejecútese del Presidente López Contreras. Redactada por el joven bachiller Rafael Caldera y presentada al Congreso por Alonso Calatrava. Vale ratificar a aquellos muchachos del CEG con el honroso mérito de Pioneros, motivado a que las condiciones y relaciones obrero-patronales no eran del todo justas en Guatire, por cuanto sólo dependían de la voluntad de uno que otro patrón equitativo.

Un partido igualado ¡por carambola!

Existe una anécdota sobre un amistoso encuentro futbolístico que resultó curiosamente empatado, 1x1 gol, entre el novel equipo de casa ("CEG") y un experimentado visitante ("Diablos Rojos"). Dejemos que sea el mismo Perucho quien concluya su nota: "(…) En una oportunidad fue invitado el equipo de fútbol ‘Diablos Rojos’ de Caracas, y en el segundo tiempo con el juego empatado a un gol por lado, hubo una jugada y el balón salió del terreno de juego, chocando con el tallo de un árbol de guamacho, donde una espina lo espichó terminando el partido por falta de balón".
Demás está decir que "Diablos Rojos" era una muy famosa oncena. De modo que los muchachos del Centro Excursionista de Guatire, CEG, entre ellos mi padre, salieron dignamente de aquel angustioso compromiso, gracias a la espina de un guamacho. A propósito: sería honroso que nuestra enciclopedia viviente del balompié, el pariente profesor Guido Blanco Quintero, grabara esta hazaña histórica del fútbol guatireño en algún lugar del estadio que lleva su nombre.

El profesor Luis Martus, en la página 72 de su volumen "Hechos y Valores. Guatire-Araira", también recoge el pintoresco lance: "A todas estas, para variar, incipiente, como globo de ensayo, un equipo de ‘fútbol’, en el campo de ‘El Bolìvar’, en Barrio Arriba, midió sus escasas fuerzas con el ‘Diablos Rojos’ de Caracas donde aparecieron los Serfaty. Algunas ‘figuras’ fueron Justo Blanco, hombre fuerte y corajudo; Carlos Delfín Martus, quien había practicado este deporte en el Colegio Los Dos Caminos; Pedro Delgado y Martín Castillo".

Pero, en definitiva, ¿cuál fue el sueño que Justo Blanco no hizo realidad? Arribar a Buenos Aires, llegar a la Calle Corrientes, conocer el Museo Gardeliano, ir al cementerio de La Chacarita, detenerse ante el mausoleo de Gardel y entonar… "Silencio en la noche…"

JULIO TOMÁS MILANO BLANCO, o Julio Milano, era un guatireño de inigualable versatilidad. Bohemio por excelencia. Buen conversador, lector, jugador y bailador. Admirador de Cuba a través de Martí, Guillén, Carpentier, Hemingway, Carbonell y Moré, en lo cultural. Además del son, amó a La Habana, el habano (o puro) y, por supuesto, a las habaneras. En la isla asistió como invitado a cuanto baile se celebrara en la capital. Y su bailar con elegancia, compás y entrega el ritmo antillano, inspiró al cubano Calixto Leicea, trompetista de la Sonora Matancera, a escribir una guaracha: "Hay un negrito en La Habana / que se llama don Julio / y se ha hecho popular / porque es un gran bailador / a todas las fiestas va / y no se queda para’o / porque todas las muchachas / quieren guarachar con él…", (letra así extraída de Un guatireño en La Habana, crónica de nuestro dilecto Henry Gil, hoy fallecido, publicada en el diario La Voz el 3 de mayo de 1996).
Este pariente fue asiduo de la literatura y la filosofía. Seguidor de las letras y pensamientos de García Márquez, Vargas Vila, Augusto Comte y Federico Nietzsche principalmente. Ansioso por compilar sus peripecias en una autobiografía, pasó muchas horas encerrado en su biblioteca leyendo, escribiendo desaforadamente aunque… ¡nunca terminó su libro!

JESÚS GISELO BLANCO, o Jesús Blanco, otro pariente, igualmente guatireño, buen conversador y apasionado del son cubano -¡qué casualidad!- pero como director musical. Artísticamente formado en el populoso barrio Marín de la parroquia San Agustín del Sur, inicia su rol protagónico con el grupo Madera, cuya trayectoria la relata en el documental de Jacobo Penzo El afinque de Marín (1980). Más adelante funda, dirige y vocaliza Son Marín, agrupación que presenta en Guatire, en el estadio Miguel Lorenzo García, el sábado 25 de junio de 1983, en el marco de la conmemoración del Bicentenario del Natalicio del Libertador, al lado de Madera, Los Guaraguaos, entre otros. Se trata del Primer Festival Bolivariano, evento animado por Jesús María Sánchez, Rolando Freites y Herman Vallenilla. Pero ¿sabían que su trabajo básico era el de transportar pasajeros de La Guaira a Caracas y viceversa, porque ‘no sólo de música vive el hombre’, como él decía? Pues una vez sintió comezón por aprender bien el inglés ¡y aprendió! Así de taxista pasó a ser guía de turismo. Compró una camioneta de más de veinte puestos para el traslado de turistas desde puertos y aeropuertos. Y fue común verlo de cicerone frente a sus viajeros por diferentes sitios de interés artístico, científico, cultural, económico, histórico, político y recreacional como museos, plazas, parques, teatros, etc., dando a conocer en el idioma de Shakespeare y Hemingway nombres, fechas, personajes, hechos y lugares importantes de nuestra hermosa capital.
Este pariente (familiarmente nombrado Giselo, hijo de mi tía Sixta Dominga Blanco), la meta propuesta que nunca alcanzó, no obstante haberse convertido en aventajado autodidacta gracias a su empeño personal y el mejor uso de su cultura universal, fue simple y llanamente… ¡actuar en el Madison Square Garden!

  
Andrés Blanco Delgado  





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Bellas Reinas y Feos Rebeldes en Carnaval 1959


Fotografías: Rigoberto Povea









A un año apenas para cerrar la década de una de las más vistosas fiestas del Rey Momo, en 1959 pudimos presenciar el contraste de carrozas de bellas reinas y feos rebeldes (con la excepción de la única fémina del Movimiento 26 y ½, nuestra amiga Emma Lucía Pinto León "Negra Pinto"). Ante el despliegue de elegancia en unas y de creatividad en otros, difícilmente hemos vuelto a ver el sano desenlace de esta tradición pagana con la alegría, el colorido y la seguridad de aquellos tiempos.



Andrés Blanco Delgado  

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Ecos estudiantiles

Fotografías: Rigoberto Povea






Huellas de excelencia


Además de estimular el interés por el conocimiento y la importancia del trabajo en equipo, el periódico mural contribuyó con el uso apropiado de la comunicación visual. Como medio didáctico y socializador, cumplió el propósito de formar e informar a los educandos; contó con el selecto material de apoyo de conocidas revistas aptas para niños y niñas, particularmente de Tricolor, Ser y Billiken; y cada grado, y sección de grado, del viejo grupo escolar Elías Calixto Pompa, tuvo su equipo o staff dedicado a la preparación de la cartelera, el tema y la ilustración.


Esta imagen de mediados de los años 50, nos muestra el periódico mural Ecos estudiantiles y su staff de cuarto grado, discípulos de la maestra Elina Gil de Martus. Pertenecientes todos al grupo escolar Elías Calixto Pompa. Ecos estudiantiles número 2, mes 2, año 4, dedicado a la Semana de la alimentación, cumplía el calendario escolar. La exposición del periódico mural formaba parte de las actividades pedagógicas y culturales programadas con motivo de una importante efeméride patria o social. Conforman el equipo, de izquierda a derecha, de pie: Fortunato Blanco, Rigoberto Povea, Eleazar Gallegos, Arístides Ávila y Luis Jaspe; y sentados: Freddy Delgado Daló y Eduardo Bertrand Rico.


Más allá del aula y el tiempo


El compañerismo escolar de ayer convertido en la fraternidad adulta de hoy. Esta sólida e inquebrantable amistad proviene del ejemplo dado a los alumnos por la sana convivencia del personal directivo, administrativo, obrero y, de modo especial, docente del grupo escolar Elías Calixto Pompa. Comportamiento que constituyó el marco moral del resto de los afanes de la existencia humana.


"Clara fuente de luz es la Escuela / forjadora sin par del deber; / en la mente, su nombre revela / el sublime blasón del saber […] Que jamás la consigna se rompa / de ofrendar un eterno laurel / al recuerdo de Calixto Pompa, / digno ejemplo de nuestro plantel", primera y última estrofas de la letra, inspiración de nuestro poeta Rafael Borges, del himno del grupo escolar Elías Calixto Pompa.


El hombre fuera del regazo de la madre, así como del recinto de la escuela, se siente vivamente agradecido por todo cuanto es… y por todo cuanto sabe. Que el Supremo Creador conserve en madre y escuela,  la memoria intacta y lúcida, con sabiduría tanta como la carga de los años.



La sana camaradería ¡chipén chipén! ha logrado reunir a estos "niñitos" (unos de verdad verdad y otros de carnaval). De izquierda a derecha, los tres de atrás: Simón Monique, Felipe Peña y Jesús Milano; los cuatro del medio: Marcial Peña, Pedro Augusto Rojas, Freddy Delgado Daló y Henri Leroux Hernández; y los dos delanteros: Alfredo Gil Acuña y Rigoberto Povea.

Andrés Blanco Delgado  

miércoles, 5 de septiembre de 2012

¡Cuidado en la acera!



¡Cuidado en la acera!

Nuestra gente de a pie pasa por aceras de suma peligrosidad. Los imprevistos obstáculos  que el viandante consigue son, valga la comparación,  como “minas antipersonales” en un campo de batalla. Sin embargo  algunos vecinos de los consejos comunales se observan más interesados en los recursos que sus proyectos van a recibir del Gobierno que de supervisar y tomar cartas en asuntos tan serios como éste que directamente les concierne.  
Nadie pone en duda los problemas que uno a uno hayan podido solucionar con esos recursos. Pero en materia de vialidad, las escalinatas, las veredas, los brocales, las calles y las avenidas son tan importantes como las aceras, los andenes por donde a pie diariamente transita la gente.
Si es falso lo dicho, que supervise cada consejo comunal las aceras de su circunscripción, que observe si son aptas para caminar sin tropiezo o, si por el contrario, presentan dificultades.
Una simple inspección nos muestra aceras con escalones inadecuados. Igualmente, ramplas que como se sabe están destinadas para entrada y salida de vehículos a garajes, carga y descarga a comercios, acceso en sillas de rueda a personas con discapacidad, entre otras utilidades, no tienen la debida demarcación con pintura amarilla para la precaución del usuario. Pero lo peor son aquellas aceras lisas o con obstáculos que podrían causar a los caminantes las terribles consecuencias de un resbalón o un  tropezón.
La punta de una cabilla dejada en una acera por algún constructor público o particular tiene la misma gravedad que el descuido y la desidia de las compañías de teléfonos y de electricidad cuando desinstalan casetas y postes. ¿Acaso no son frecuentes los tornillos salientes de las bases esperando que alguien fatalmente se tropiece? Esto sin contar las bocas de alcantarillas que adolecen de  tapas o cubiertas tal cual lo hemos palpado en las aceras de algunas urbanizaciones, verbigracia, en las inmediaciones de Parque Alto en El Ingenio.
Les puedo contar que sufrí una aparatosa caída en una de esas peligrosas aceras de Guatire. De bruces, mi cara fue a dar al piso, la prótesis dentaria superior partió en dos y me hirió el labio inferior en la parte externa. No presenté ninguna otra herida abierta. Inmediatamente fui conducido al Hospital General Guatire Guarenas. La lesión ameritó seis puntos de sutura. Solicité RX craneal. Pero me indicaron que no había placas en ese momento. Quizás por el fuerte golpe no sentí dolor. Me encontraba como anestesiado.
Varias semanas después se me presentó un cuadro de disuria, fiebre cefalea con desvanecimiento, el cual fue atendido por el doctor José Ereipa Pantoja, nuestro competente cardiólogo y amigo, quien me administró el tratamiento que me hizo superar la dolencia.
A los cinco días, como consecuencia retardada de la caída,  tuve somnolencia acompañada de lenguaje incoherente y pérdida de la fuerza muscular en el hemicuerpo izquierdo.
Mi compañera Antonia Rodríguez y mi hijo Amadís Orlando Andrés me llevaron nuevamente al consultorio del doctor Ereipa Pantoja. Al ser enterado de mi caída, el galeno consideró que se me debía practicar de urgencia una tomografía craneal, sospechando un evento vascular cerebral. De inmediato me refirió al Centro Médico Asistencial Federico Ozanam, en la urbanización Valle Arriba, donde fui recibido y hospitalizado.
El estudio diagnóstico de TAC Cerebral arrojó la presencia de traumatismo craneal leve complicado con hematoma subdural crónico frontotemporalparietal derecho, por lo que me fue realizada una craneotomía, de la que, a Dios gracias, tuve pronta recuperación.     
No estaría contándole este episodio, de no ser por mi profunda fe en nuestro Señor Jesucristo y de sus instrumentos el doctor José Ereipa Pantoja, quien me atendió primeramente, y el doctor Luis Alfonso Campos Velásquez, neurocirujano que junto a su equipo especial integrado por la doctora María Judith Churión Daló, anestesióloga, los ayudantes doctores Jesús Rafael García Cantoni, Rafael Domingo Guerra Páez y evaluación preoperatoria doctora Mónica Rovella Baffi, contribuyeron para que Dios me brindara esta segunda oportunidad de vivir.
Tengo profundo respeto y admiración por estos hombres y mujeres, indistintamente de su país de origen, que en mente y corazón llevan el deber y el amor.
¡Tantas veces sacrifican sus horas de tranquilidad para salvar la vida de sus semejantes! ¡Honor a estos héroes y heroínas de batas blancas! ¡Dios los cuide y bendiga!
Andrés Blanco Delgado

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De la Sierra Maestra a Guatire

La comparsa del Movimiento 26 y ½, una divertida parodia de la entrada victoriosa a La Habana de los rebeldes cubanos del Movimiento 26 de Julio, verdaderamente ¡revolucionó el Carnaval de Guatire en 1959! La ocurrencia de Héctor Rangel (como el comandante Fidel Castro Ruz), Alfredo Gil Acuña “Mechita”, Rigoberto Povea, Emma Lucía Pinto “Negra Pinto” (como Celia Sánchez), Luis González Porto, Felipe Muñoz Dorta “Felipito”, Marcial Peña, Felipe Peña, Guillermo Peña “Guille”, Jesús Milano “Lechuza”, Luis Rondón Muñoz, Teódulo Gámez Espinoza “Tolo”, Juan Correa Delión “Juancito” (el conductor del vehículo), Jesús Díaz Villalta “Frito”, Pedro Augusto Rojas, entre otros, aun cuando no comentada por los medios de la época, era reflejo del profundo impacto en los locales de la gesta histórica acabada de protagonizar por Fidel, Raúl, Camilo, el Che, Celia, … indistintamente de la cuestión ideológica. Los muchachos en realidad trataban de emular a auténticos héroes de carne y hueso muy distantes de la acostumbrada fantasía de los comics y las películas norteamericanas. Fidel Castro Ruz recién había visitado a Caracas como invitado especial del contralmirante Wolfgang Larrazábal Ugueto encargado de brindarle la bienvenida en nombre del Pueblo de Venezuela. La multitud de venezolanos que bajó hasta el aeropuerto internacional de Maiquetía para el recibimiento, aplaudió más tarde el discurso de cuatro horas pronunciado por el líder cubano desde una tribuna en la imponente Plaza Aérea de El Silencio, donde también se hicieron presentes los políticos nacionales Fabricio Ojeda de la Junta Patriótica, Jóvito Villalba del partido Unión Republicana Democrática y Luis Beltrán Prieto Figueroa del partido Acción Democrática, simpatizantes para la ocasión de la Revolución Cubana. Como testigo fiel acompañante de esta primera salida oficial al exterior del comandante del ejército rebelde de la República de Cuba, doctor Fidel Castro Ruz, se hallaba el elogiado poeta chileno don Pablo Neruda.

Andrés Blanco Delgado  

viernes, 2 de marzo de 2012

José María Istúrriz Pérez

El sacerdote que enfrentó el desastre




Por amor a su prójimo, un abnegado religioso con servicio, fe, arte y ciencia ayudó a todo un pueblo a orar, a resistir, a trabajar y a reponerse hasta vencer las dificultades de un terrible terremoto.

No es fácil encontrar un ser como el reverendo presbítero doctor José María Istúrriz Pérez, de aficiones armoniosamente compartidas con su vocación religiosa, a quien le es confiada la iglesia de Santa Cruz de Pacairigua [de Guatire] en sucesión del reverendo presbítero doctor José Manuel Arocha.
En 1861, seguidamente de haber recibido la ordenación sacerdotal, el padre Istúrriz es nombrado por el Presidente de los Estados Unidos de Venezuela, Antonio Guzmán Blanco, párroco vitalicio de la villa donde entregó su investidura de curador de almas e inclinación artística y científica a la causa evangélica por los más necesitados.
Santa Cruz de Pacairigua
La villa de Santa Cruz de Pacairigua era un remanso de laboriosidad y sencillez al arribo del padre Istúrriz. El aroma de la caña dulce expelido de los torreones de los viejos ingenios, el intenso verdor del cañamelar tenuemente abotonado con el precioso encaje de las doradas espigas abiertas a la calidez del sol y a la refrescante brisa de los ríos Santo Cristo y Pacairigua, embriagaba y engalanaba el exquisito ambiente de agricultura y poesía formado por el paisaje y sus pobladores. Durante el arado la tonada pastoril del gañán apuraba la yunta de bueyes para lograr el noble fruto de la tierra fértil y la ardua faena.
Era el Guatire semirrural y apacible que fue guiado por la palabra y la obra de su pastor de almas.
“Su luz espantó prejuicios, supersticiones y malas costumbres”
El padre Istúrriz descubrió, en su escrutador deber misionero, no pocos guatireños abusados por quienes se aprovechaban de sus debilidades: hombres y mujeres que enfermaban y morían pobres de toda solemnidad a pesar del esfuerzo en laborar de sol a sol en tablones y trapiches para, a la final, solamente hacer próspera la codicia de sus explotadores.
“Su luz espantó prejuicios, supersticiones y malas costumbres”, decía mi abuela Juana Onofre Blanco, quien por él recibió las aguas bautismales. 
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Sin embargo, el mayor testimonio de valor y desprendimiento del sacerdote le aconteció en medio de las calamidades dejadas por el terremoto que sacudió a la villa y localidades circunvecinas, la ciudad de Caracas entre ellas, la madrugada del lunes 29 de octubre de 1900, día de san Narciso en el calendario gregoriano y a escasas diez semanas para el advenimiento del siglo XX. 
El sacerdote, el artista y el científico
Un hombre de frente despejada, vestido de modesto hábito protegido por un delantal de taller si hallado en la delicada tarea de hacer o reparar una escultura, daba forma con sus manos a una porción de barro o yeso.
El mismo personaje de la religión, la industria, la agricultura, la apicultura, la zootecnia y la administración que la investigación científica, sobre todo la zoología y la botánica, lo llevó a embalsamar animales y a coleccionar plantas medicinales, mientras que la vocación misional, la sensibilidad artística y el progreso industrial, personificados en el sacerdote, el artista y el científico,  lo unió en una especie humana trinitaria, perdónese la comparación, de Padre, Hijo y Espíritu Santo. 
Un apiario y un viñedo del solar de su casa en Manzanares, hoy calle 9 de Diciembre, son testigos de su empeño fabricante. La miel la obsequiaba a los pobres y la vendía a los comerciantes; mientras que con la cera elaboraba velas. También era de su propia hechura el vino de consagrar que usaba para la misa y vendía a parroquias vecinas.
Y no faltó la molienda de café que, durante su pasantía por la administración de la hacienda El Norte, lo motivó a la siembra y el cultivo del aromático grano de aquel arbusto africano traído por vez primera de Europa a nuestro país, ¡qué casualidad!, por el también sacerdote Pedro Ramón Sojo Palacios, nacido en Guatire el 17 de enero de 1739, conocido como el célebre padre Sojo tío abuelo del Libertador y propulsor de la cultura musical en Venezuela desde la estancia del padre Mohedano en Chacao.
Su lucha contra la injusticia
La palabra evangelizadora en José María Istúrriz Pérez fue auténtica y viviente. No era su prédica diferente a la Santa Escritura: rechazó la pretensión de quien con la gruesa dádiva buscara situarse sobre cualquier feligrés. Prefirió la virtud de la solidaridad a la lástima de la limosna, por cuanto no ayudó a satisfacer el egoísmo y la vanidad del dador, consciente de que la gente necesitaba más de justicia y comprensión permanentes que de caridad y misericordia fortuitas. Así su plática real, equitativa, fecunda lo hacía converger con todo ser humanitario, humilde y justo, aun cuando no militara en su religión nunca exenta de hipocresía e intolerancia inimaginables. Humanidad, humildad y justicia eran suficientes para él considerar a un semejante proclive de entrar sabiamente a conocer la doctrina de Jesucristo inscrita en el evangelio.
El sacerdote y el ciudadano marcharon juntos en la permanente protección al desvalido y en la búsqueda de la justicia social. Exaltó el ideario bolivariano más allá de las fechas conmemorativas: el patriotismo, los valores de la grande nacionalidad en pro de la independencia, la soberanía y la libertad de la América del Sur integrada como una sola nación. Veló por los intereses del pueblo sin aceptar medias tintas en sus reclamos. Su protesta frente a algún  asomo de arbitrariedad fue clara, objetiva, oportuna y valiente, intercediendo siempre por el más débil ante cualquier persona económicamente pudiente o autoridad civil, militar o religiosa.
“¿Acaso no son todas estas criaturas de Dios?”
Tras haber observado el notorio desprecio hacia la gente pobre y de color mostrado por algunos comulgantes que se arrogaban el privilegio de ser ellos los primeros en recibir el pan eucarístico en la misa dominical, el padre Istúrriz calificó el prejuicio de amoral y acristiano, y de injusta la separación de un ser humano de otro por su simple diferencia o apariencia.
Si la humanidad entera es favorecida por la voluntad divina, porque “… Dios no hace acepción de persona sino que toda nación se agrada del que le teme y hace justicia” (Hechos 10:34-35), ninguna raza es, en consecuencia, genéticamente superior.
De este modo dio énfasis en sus charlas al tema de la discriminación como un comportamiento deplorable, irrespetuoso y ajeno al sentimiento de Jesucristo, y tomó como determinación convertir en monaguillos a tres niños, distintos entre sí, provenientes de tres de los hogares con mayor carencia. Y dicho y hecho, se presentó en una misa con su pequeño trío compuesto por un moreno, un indio y un rubio. Y no se hizo esperar la reacción de aquel discriminador grupo de comulgantes traducida en la consabida exclamación “¡Ave María purísima!” que el párroco atajó con la pregunta: “¿Acaso no son todas estas criaturas de Dios?”.
Amor por los rechazados del mundo
Le recordaba a la grey el profundo amor que Jesucristo sintió por los rechazados del mundo, especialmente por las víctimas de los arrogantes y los excluyentes, testimoniado en el discurso de las Bienaventuranzas del Sermón de la Montaña y la parábola del Buen Samaritano, cuya reflexión ayudó al padre Istúrriz a conjurar la exclusión y alcanzar la bien granjeada reciprocidad de amor, solidaridad y confianza de entre los más humildes de la parroquia. 
Pues fue Jesús, el palestino hijo de Belén de Galilea, quien enalteció el corazón de los pobres y enseñó al orgulloso a vencer el prejuicio.
Madrugada del lunes 29 de octubre de 1900
La villa dormía cuando un intenso movimiento de tierra la despierta con la estrepitosa caída de una de las paredes del templo. Madrugada del lunes 29 de octubre de 1900. Aún no había asomado el alba, la luz del amanecer, y ya la confusión, el dolor, el llanto, el desespero, la polvareda… se habían hecho dueños del destino de los pobladores.

La lira de Rafael Borges, en “La Catástrofe”, Canto II, nos relata aquel fatídico episodio:
 “El aspecto del pueblo es muy tranquilo;
la gente duerme. Nada le acongoja.
El que trasnocha, vuelve con sigilo
al hogar, que tal vez, ya no le acoja
la última faz de su costumbre al hilo
ni el último dolor que lo despoja;
pues ya la hora y su fragor de muerte
la aventura en terror se la convierte.

Huye la aurora, envuelta en sus fulgores
ante el empuje atroz de la tormenta;
no quiere ver sus límpidos colores
junto a la llama histérica y violenta,
donde es el mal, ¡señor de los terrores!
La tierra cruje y pronta se revienta,
y entre sus garras con febril descaro
destroza al pueblo ¡sin ningún reparo!...

La plaza, el templo, más el pueblo todo
bajo el sino inclemente se estremece
y, vacilante, cual vulgar beodo
se viene abajo, donde al fin perece
la forma erguida, que en disímil modo
era el encuentro que hasta ayer tuviese;
y en la ceniza del escombro inmenso
más de un anhelo se quedó en suspenso.

Densas nubes de polvo nauseabundo
sacuden la visión del triste ambiente,
y en su torpeza de vagar inmundo
del pueblo ahoga la actitud paciente;
empero un llanto, trémulo y profundo,
vibra en el vientre que alumbró y que siente
en su dolor la cruz de los dolores,
porque es de Madre, ¡oh sol de los amores!

Macaira, Manzanares y El Calvario
-puntales del Vía Crucis doloroso-;
dieron más en su aporte tributario
al empeño implacable del coloso
en su sed de colmar su itinerario,
con la sangre a montón de su destrozo.
¡Horror! -engendro vil de los terrores:
¡precursor de miserias y dolores!-.

Comienza el viento a disipar la escoria,
y obsérvase el despojo calcinado
de aquel vivir que ayer fue todo euforia
y que hoy se ha roto, y marcha acongojado
a colgar sobre el mástil de la historia
la expresión inmortal de su pasado;
mientras los ¡ayes! en función de duelo
tejen su angustia sobre el yerto anhelo.

De un lado y otro, a paso rezagado,
la gente hacia el escombro va insegura
en pos del que agoniza apasionado
o del que allí encontró la sepultura;
abre su amor al llanto derramado,
dándole fe al que sigue en la aventura
porque del golpe sabio de este sino
nace un dolor, ¡que es luz en el camino!

Dolor y llanto en comunión aciaga
rondan el área gris de los montones;
allí, las crestas de expresión de daga,
-recuerdos de ilusión hecha jirones-
reflejan en la luz incierta y vaga
vestigios de un ayer de altivos dones;
mas aquel sol que se incendió en la hoguera,
¡hará brillar con su calor la espera!”.

Sus oraciones
Una voz de aliento emergía del conmovedor escenario: era la del padre Istúrriz que acudía ante sus hijos para brindar amparo y consuelo. Sus oraciones esclarecían el camino de aquel angustioso laberinto. Cada plegaria por la irremediable despedida de los caídos llenaba también de conformidad y  esperanza a los sobrevivientes que ansiaban ver cicatrizadas las heridas y reanudar con más vigor la lucha diaria.
“Dios nuestro, os ofrecemos todas las misas que se celebren hoy en el mundo entero, por los pecadores que están agonizando y han de morir en este día. La sangre de Jesús Redentor les alcance misericordia. Oremus: Gratiam tuam, quaésumus, Dómine, méntibus nostris infúnde; ut qui, ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem ejus et crucem ad resurrectiónis gloriam perducámur. Per eumdem Christum Dóminum nostrum. Amen. Oremos: Infunde, Señor, tu gracia en nuestras almas, para que, pues hemos creído la Encarnación de tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor, anunciada por el ángel, por los méritos de su santísima cruz y pasión, seamos llevados a la gloria de la resurrección. Por el mismo Jesucristo Señor nuestro. Amén”, era el ruego precedido de la oración que Jesucristo dejó a sus discípulos: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre…”, (san Mateo 6:9-15 y san Lucas  11:2-4), cual reconfortante bálsamo ante la inclemencia del fenómeno telúrico.
Casi a diario un agonizante moría
El inventario daba cuenta de casas terminadas de desplomar por la acción de las réplicas… De cifras de fallecidos, heridos, aporreados… De brotes de epidemias por la descomposición de cadáveres que aparecían con la remoción de los escombros… De huérfanos, viudas, ancianos e inválidos a quienes el diligente religioso mitigaba los pesares…
Era interminable el desfilar de dolientes al camposanto para enterrar a sus muertos. Casi a diario un agonizante moría. En tierra de jugo, sobre la siembra de aquellos cuerpos, veinte lápidas reflejaban la magnitud y la gravedad del drama en un pueblo donde la altura de sus edificaciones no llegaba al segundo nivel. La parsimonia y la oración en el luctuoso ir y venir añadía tristeza y misterio. En los epitafios de las tumbas aparecían inscritos los nombres de Felipe Berroterán, Emilio García Vélez, Ana Antonia Pereira, Pedro Pascual Torres, Delfina de Toro, María Antonia Toro, Delfín García, Juan de Jesús Guevara, Jesús Gómez, Vicenta Campos, Filomena Rodríguez, Felipe Blanco, Gerónima Zulueta de Muñoz, Gertrudis Muñoz, Bernabé Blanco, Carmen Toro, Domingo Toro, Julio Toro, Cesáreo Salinas y Juana Isabel Álvarez.
El padre Istúrriz cumple la misión piadosa de brindar protección a los centenares de sobrevivientes lesionados y desamparados. Niños, mujeres, entre los cuales huérfanos y viudas, reciben, además del alivio de la palabra de Dios, agua, comida, vestido y cobijo hasta ver restañadas las heridas y levantadas de nuevo las viviendas.
El cura solicita el empeño de ricos y pobres para la restauración de la villa. Alimentos, medicinas, ropas… llega a madres, infantes, seniles, primeramente, gracias a su benevolente convocatoria. Por último, piedra a piedra, es erigido el templo. Para ello una suscripción pública a partir de un centavo semanal por persona o familia, considerando los menguados recursos económicos de la mayoría, le permite reunir con esfuerzo los fondos para su reconstrucción.
De la preocupación y el empeño del cura por la buena salud de sus parroquianos y la pronta reedificación de su casa de oración, nos dio cuenta don Lucio Villaverde, vecino y testigo presencial que formó parte de la cuadrilla de albañiles encargada de la erección del templo.

El mismo autor, en “La Reconstrucción”, Canto III, revela aquel renacimiento:
 “Igual que el árbol duerme o desfallece
bajo el cáustico paso del verano
y que luego despierta y reverdece,
con más fuerza tal vez y más lozano
cuando la primavera reaparece
con su frescor de luz -frescor temprano-;
así también, Guatire se alza inmenso
sobre el empeño airoso del comienzo.

Los padres y los hijos; los hermanos,
refunden el deber en la tarea.
Hogar y pan vislumbran en sus manos
la imagen de la paz que da la idea
de laborar el don que a los humanos
¡nos da el amor total de quién nos crea!;
en ello nace, crece y fortalece
para la vida, el fuego que ennoblece.

Por el camino que del tiempo viene,
donde las pascuas tejen su tersura,
se oye el rumor del eco que proviene
de un canto abierto al sol de la ventura.
En cada pecho brota y se detiene
la fe que enciende el alma y la perdura;
el pueblo encima de su ayer se empina
y al porvenir resuelto se encamina.

Así Guatire absorbe fuerza y fama
del palpitar bravío de la Historia,
y enciende ya, con su calor la llama
que hace vibrar su nombre en mi memoria
y vislumbrar la voz de la proclama
que da la acción viril de la victoria.
Por eso siento y canto su desvelo
¡al desglosar las luces del abuelo!”

Se durmió en la paz del Señor
Confesado, oleado, comulgado y administrado los santos sacramentos, conforme a los preceptos de la religión católica, el reverendo presbítero doctor José María Istúrriz Pérez, se durmió en la paz del Señor el lunes 9 de agosto de 1909, en Guatire. Los oficios de sepultura eclesiástica cantados solemnemente a su cadáver los hizo el cura auxiliar de la parroquia, presbítero Luis Mendoza, conmovido por el llanto inconsolable del pueblo que adoptó al párroco como su Hijo y lo amó entrañablemente como su Benefactor. 
José María Istúrriz Pérez, hijo legítimo de José Manuel Istúrriz y Lucía Pérez, murió a los setenta y cuatro años de edad. Su desempeño de por vida como cura propio de la parroquia, le acreditó las honras post mortis de cuerpo presente rendidas por las autoridades religiosas, civiles y militares. Los responsos y mementos del velatorio, así como la misa concelebrada y el enterramiento, reflejan los oficios mayores de la Iglesia Católica a su dignatario; aun cuando no hubo mayor ofrenda a su memoria que las lágrimas de aquellos guatireños que en momentos de aflicción y angustia fueron arropados por el amor de este padre espiritual.
El Jefe Civil del Distrito Zamora, Luis Felipe Graterol, hizo público el decreto ejecutivo donde se declaró guardar tres días de duelo en la jurisdicción.
Recordemos a este hombre, cuya fortaleza sin dobleces animó a los guatireños a superar los infortunios, por la seguridad nacida de su fe en Dios que le permitió como pastor, más allá de la religión, permanecer al lado de su rebaño y recibir con confianza el siglo XX.
Este capítulo es una lección viva para quienes nos quejamos de las adversidades sin siquiera atrevernos a desafiarlas.
¡Jamás olvidemos al reverendo presbítero doctor José María Istúrriz Pérez!

Dedicatoria:
Al pueblo de Guatire por el agradecimiento a su Hijo adoptivo y Benefactor
A los familiares sobrevivientes: Cointa Ruiz Bennett, Catalina Ruiz de Delgado y Redescar Bennett, hijos respectivamente de las sobrinas del honorable religioso, hoy fallecidas, María Luisa Bennett de Ruiz y Angelina Bennett
A los jóvenes descendientes de Cointa Ruiz Bennett: Néstor Ramón, Luis Óscar, Benjamín Ramón, Nereyda Margarita Sosa Ruiz; Andrés Alberto, Víctor Ignacio, Justo Andrés y Amadís Orlando Blanco Ruiz

Agradecimiento a la fuente recogida por el autor:
Tradición oral de familiares y amigos sobrevivientes del personaje
La siempre recordada abuela paterna del autor, doña Juana Onofre Blanco, en honra a su memoria como guatireña de excepción, distinguida matrona bautizada por el padre Istúrriz, de quien contó su gran valor humano
Don Pablo Antero Muñoz Berroterán, en honra a su memoria como guatireño de excepción, esclarecido ciudadano consultado sobre el personaje
Don Rafael Servando Borges Pellicer, en honra a su memoria como guatireño de excepción, emérito poeta cuyos cantos, II “La Catástrofe” y III “La Reconstrucción”, colorean la reseña
Don Lucio Villaverde, en honra a su memoria como guatireño de excepción, conocedor del sacerdote y miembro de la cuadrilla de albañiles que reconstruyó el templo
Archivo Parroquial de Santa Cruz de Pacairigua de Guatire
Archivo de la antigua Prefectura del Distrito Zamora del Estado Miranda; hoy Registro Civil del Municipio Zamora del Estado Bolivariano de Miranda
Investigación genealógica con la colaboración de Giovanni Arteaga Lima

Andrés Blanco Delgado