SENCILLAMENTE…
LOLA
Como a ella le gustaba contar sus anécdotas
Civilmente llamada Juana Dolores Rodríguez
Blanco por sus padres Julio y Carmen,
nació con el garbo de comediante, aunque nunca abordó el plató ni las
candilejas. Familiar y públicamente conocida por su hipocorístico Lola, también
pudo ser éste su nombre artístico, como el de la gran Lola Flores de la España
cañí. Pero nuestra eficiente secretaria, moldeada por la mano de Francisca
Elena León Rojas en la Academia Comercial Simón Bolívar, desde muy joven estaba
destinada a contraer “matrimonio” con una oficina pública para dar vida
caligráfica a un montón de documentos y ser nombrada “Lola, la del Registro”, mucho antes de sus
nupcias con el caballero René Pompa González.
Bella
soberana
Lola fue reina en sus años juveniles de uno
de los escenarios de los más fastuosos bailes y verbenas en Guatire,
indudablemente: el Centro Cultural y Deportivo Andrés Bello, que se caracterizó
por su fresco ramillete de damas.
Cuando Lola fue coronada como la bella
soberana del Carnaval de 1952 lucía un regio traje confeccionado por Ana
Francisca Mujica Toro. En su séquito de honor también resplandecía Paulina
Milano Reverón. Otra hermosa reina de las carnestolendas del Centro fue
Juvencia Cleotilde Muñoz Delgado, quien tuvo la particularidad de llevar ceñida
su tiara como Isabel de Inglaterra, según el entusiasta directivo y músico
centrista Miguel Ángel Rosas Salinas.
El juvenil Centro Cultural y Deportivo Andrés
Bello compartía honores con el señorial
Club Social Guatire;
ambos memorables por su popularidad y distinción.
El extraño
hombrecillo
Lola no aguardaba la llegada de febrero o de
marzo para dar rienda suelta a su histrionismo. “Tiene sentido disfrazarse en
Carnaval, pero es más gracioso en otra
fecha”, afirmaba.
En momentos tuvo ocurrencias como jugarles
inofensivas bromas a sus vecinos de Perro Seco, hasta personificando a un
extraño hombrecillo de mostacho al estilo de Charles Chaplin, como leerán a
continuación:
Del armario de su hermano Enrique del
Rosario, Henry, Lola extrajo el
vestuario y algunos adminículos para caracterizar a su personaje que exhibía un
elegante traje gris oscuro de casimir, contando la corbata, el
pañuelo y el
sombrero, y portaba un maletín de ejecutivo repleto de libros, esencias y mejunjes
que únicamente ella podía saber si de un predicador, un curandero o un
vendedor, o de los tres. Pero movía a risa aquel singular bigote no obstante el
sobrio matiz de las prendas.
Con esa fachada Lola calculó a su primera
“víctima”.
Se trataba de una dama de exacerbada
tradición católica, prodigio de las invocaciones, de exquisito registro en el
órgano, amén de primerísima figura del coro parroquial, conocedora al dedillo
del latín -que fue idioma oficial de la Iglesia antes de las inconclusas reformas
del Concilio Ecuménico Vaticano II- recitado y cantado los domingos y fiestas
de guardar: nada más le faltaba acompañar al Papa en la celebración de una misa
en Roma.
Sin embargo Lola -por supuesto metida en su
personaje- no perdió oportunidad para interrumpirle las cuentas de un rosario
en familia.
Guiaba la beatísima las letanías de un
misterio gozoso cuando de pronto un extraño hombrecillo se presentó predicando y repartiendo literatura bíblica.
Alarmada la rezandera corría gritando: “¡Vade retro Satanás! ¡Ave María
purísima! ¡Nos invadió evangélico!”. ¡Y cayó de patatús!
Su segunda “víctima”: Julio Rodríguez
González, el mismísimo padre de la Lola de carne y hueso, recibió la visita del
hombrecillo.
Aquel “extraño” se acercó al lecho de
convaleciente de don Julio para venderle un libro sobre yoga y un ungüento
contra el reumatismo. De paso le “adivinó” los achaques haciendo uso de ciertas
“facultades”. El paciente no tuvo la menor sospecha de la identidad del
“milagroso curandero” que, a decir verdad, acabó con sus dolores en las
coyunturas.
Solamente Jesús María Sánchez lo puso al
descubierto cuando el hombrecillo le fue a mostrar un tratado sobre las
antiguas culturas mexicanas. Ya era lógico: el culto profesor había “caído” en
anteriores personajes de su vecina. Pero esta vez le observó en el rostro un
ligero detalle: el chaplinesco mostacho. A sus adentros, Sánchez murmuró:
“¿Será de tizne…? Este señor quiere tener bigote que hasta se lo pinta, ¡hum!,
pero su cara me parece la de una persona conocida”, y exclamó: “¡Ah, si tú eres
Lola!”.
Aquí termina parte de las peripecias de este
raro predicador, curandero y vendedor, esperanza inútil de quienes en Perro
Seco creyeron ver acabadas sus dolencias crónicas y alcanzar la vida
eterna.
La vena artística
Los cuentos y los chistes de Lola la dieron a
conocer extraterritorialmente, aun cuando
también la música y la poesía hicieron patéticos los genes en común de nuestros
viejos artistas Melecio García Balva, Tito e Isidoro Blanco.
Por lo prolijo de su repertorio Lola numeraba
los chistes para evitar repetirlos. Amó la buena lectura, el canto, el baile y
la ejecución del cuatro. Igualmente bailó tango con su tío Justo, mi padre, con
dominio de complicadas figuras del género sureño.
La jocosidad y el romanticismo en Lola
hablaban al mismo tiempo de su jovialidad y tristeza. Admiró el gracioso
ingenio del comediante José Manuel Díaz Márquez, o “Joselo”, así como también
el sempiterno sentimiento del Poeta de la Canción Héctor Cabrera. Para la prosa
reservó la más interior seriedad y pasión de su alma creadora, el lado
diferente al picaresco chiste a flor de labios, tal lo reflejan estas delicadas
inspiraciones:
EL MAR Y TÚ
Entre el mar y tú
escogiera el mar;
sincero hasta su compás
como llevando y trayendo
mensajes,
respetando su ritmo en su
trayectoria,
dejando firmes ejemplos
al acariciar la espuma de las
olas
entre la brisa y el silencio.
Su lejanía, diría yo,
sirve para decidir
lo que nunca podrá ser entre los
dos
porque un ser que ama el silencio
sufre las consecuencias del
insaciable
que no sabe diferenciar
la unión espiritual
con el deseo total.
Lo que se ajusta totalmente
no se puede desviar.
La moral se refleja a cada paso
y el impulso de la
responsabilidad
atan al inclemente
para desembocar en lo negativo
y desistir de lo deseado.
Por eso nunca debemos jugar
con los sentimientos ajenos
porque se implica la amistad
con el cariño sincero;
pero, sin embargo,… te quiero.
Y no lo puedo ocultar.
HAY QUE AMAR
Si no hubiera quien me amara...
no viviría.
El amor ha existido desde época
muy remota
y la pasión ha sido constante.
Por eso todo el Universo… obedece
al amor.
Vivir es amar y empezamos a vivir
cuando el corazón empieza a
sentir
esa emoción por alguien
que uno mismo no conoce pero
ansía.
Hay en mí una afirmación interna:
creer en el amor que se da
y en el que se recibe.
Muchas veces el amor es
únicamente,
la pantalla de nuestra
personalidad
en la que proyectamos, no solo
nuestras pasiones,
sino nuestros propios argumentos.
Por eso el amor propio, es una
expresión
que delata el orgullo mal
entendido,
que viene siendo hijo del egoísmo
y el celo.
Ser amado, sinceramente amado
sin convertirse en esa pantalla,
es la condición más alta,
que pueda aspirar en esta tierra,
todo ser humano.
Por eso yo digo y afirmo
que nadie en absoluto vale nada
antes de ser amado,
y cuando no se tiene un amor
sagrado,
se camina simplemente en el mundo
sin ilusión y sin nombre,
porque ese es el auténtico
símbolo de haber nacido
y una vez, unidos, disfrutar de
esa felicidad.
Andrés Blanco Delgado
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