miércoles, 25 de enero de 2012

¿Civilidad o barbarie?

¿Civilidad o barbarie?

Aun por sus más inofensivas querencias el hombre es capaz de matar o morir sin entender que negar a otro el derecho a la vida es el mayor desprecio a su propia condición humana.

Debido a diferencias de sentimientos y pensamientos, principalmente religiosos y políticos, grupos e individualidades se enfrentan a muerte. Pero lo más absurdo es el irrespeto con sus luchas a los mismos principios de divinidad y civilidad que dicen profesar. ¿Qué significa para ellos involucrar a Dios y a la democracia en sus crímenes?
Tirios y troyanos
Recordemos que Tiro y Troya fueron dos ciudades de Asia Menor que ocuparon el territorio hoy conocido como sur de Líbano y Turquía. Entre sí enemigas una trató de imponerse sobre la otra con las armas de sus ejércitos. Y a partir de allí los grupos contrapuestos, antagónicos, intolerantes se denominan, por comparación, tirios y troyanos.
Aquellas batallas entre tirios y troyanos son un claro ejemplo de cómo desde la antigüedad el interés dominante del hombre divide a los pueblos. De manera que en cualquier época, latitud y sistema, las sociedades se encuentran divididas aun cuando igualmente preocupa que no lo estén. Pues si todo hombre goza de albedrío, y por lo tanto ninguno es dueño absoluto de la verdad, el pensamiento único constituye también una amenaza a su libertad.
De lesa humanidad
Los más atroces crímenes de lesa humanidad son cometidos en nombre de principios religiosos y políticos. Demos un simple vistazo a la historia de la cristiandad y respondamos a la pregunta: ¿Cómo fue el sectarismo de la religión romana? O pongamos atención a la actualidad y respondamos: ¿Qué noticias destacan más los medios de comunicación al servicio de los intereses de Estados Unidos y Europa? Y ¿qué noticias destacan más los medios de comunicación al servicio de los intereses de Latinoamérica y el Caribe? Válidamente podemos extraer nuestras propias conclusiones.
Contrarias a sus prédicas
Si las naciones poderosas examinaran sus conciencias se verían a sí mismas contrarias a sus prédicas. Pese a los escudos éticos y morales con que esconden el crimen, su hegemonía les desata el afán de sojuzgar, usurpar, matar y robar a los más débiles. Aun cuando sus pueblos por naturaleza se inclinan a favorecer sólo al vulnerable o acaso al vencedor si respeta al vencido.
Toda condena ha ser justa y desprovista de mala fe como resultado del más cuidadoso, riguroso y delicado examen de la causa, ajena de cualquier prejuicio y parcialidad. El respeto al otro no implica debilidad sino más bien fortaleza. Por lo tanto son hipócritas aquellos que ocultan su barbarie bajo cualquier manto de inocuidad o de inocencia.
Desconfiemos entonces de quienes matan y roban en nombre de Dios o en nombre de la democracia.


                                          Andrés Blanco Delgado  





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